La Zona de la Muerte y el mal de altura

Everest

El término «Zona de la Muerte» fue acuñado en el año 1953 por el doctor Edouard Wyss-Dunant, como forma de definir las zonas cuya altitud es superior a los 7.500 metros y debido a las consecuencias que tienen en el cuerpo humano, el llamado «mal de altura«.

El doctor Wyss-Dunant fue miembro de una expedición suiza al Everest, durante el año 1952, que logró batir el record de ascensión llegando a los 8.600 metros usando bombonas de oxígeno. Aunque la estimación de altitud fue establecida en los 7.500 metros los alpinistas han comprobado sobradamente que comienza a los 6.000 metros.

A partir de esta altitud la falta de oxígeno y la baja presión atmosférica impiden que el cuerpo pueda adaptarse al ritmo normal de respiración y gasto de energía, y aunque descansemos el cuerpo nunca se recupera del todo, por lo que se hace imprescindible usar botellas de oxígeno si no queremos sufrir una degeneración constante del metabolismo y el cerebro, además de una más que posible muerte.

Tan duro es este clima para el cuerpo que un escalador que ascienda a una cima de 8.000 metros debe respirar un promedio de 15 veces por cada paso que da. La energía que pueden gastar en una marcha de 12 horas ronda las 15.000 calorías, unas 10 veces lo que gastamos en un día cualquiera. Además afecta y ralentiza el sistema digestivo, haciendo que la digestión nos cueste una energía extra, algo que agudiza aun más el proceso de pérdida de energía.

Los récords de permanencia a grandes alturas son muy variados, siendo quizá los más representativos los de los mineros bolivianos que han conseguido vivir durante dos años (720 días) a 5950 metros de altitud. Por otra parte tenemos al español Fernando Garrido, quien consiguió sobrevivir durante dos meses en la cima del Aconcagua a unos 7.000 metros, pero pagando un gran coste en su salud ya que perdió una gran cantidad de peso, así como todas las uñas.

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