Tiritar, necesario cuando el frio aprieta

Cuando hace mucho frío no podemos evitar tiritar. Y aunque nos hace mucha gracia ver como tiritan los demás, cuando nos toca a nosotros se convierte en algo no muy agradable, precisamente por no poder controlarlo y por la intensa sensación de frialdad que nos invade.

Nieve y frio

Tiritamos porque nuestro cerebro así lo ordena a nuestros músculos, y sin pedirnos permiso, buscando producir calor en ellos con el movimiento. Son ciertas neuronas las encargadas de avisar al jefe cuando el frío alcanza ya unos niveles difíciles de soportar y ha de recurrir a la «tiritera» generalizada. Suele ocurrir en cuanto nuestro cuerpo baja de los 35 o de los 36ºC, dependiendo de la temperatura natural de cada uno. La cuestión es que los músculos entran en calor, si, pero el gasto de energía es muy grande con lo que en poco tiempo nos quedamos sin suministros. Para ponerte un ejemplo, si tiemblas durante un par de horas elevarás tu temperatura, pero has de comer azúcares que te den energía o poco a poco el agotamiento te vencerá. Esto explica el motivo por el cual se pasa tan rápidamente de la hipotermia a la inconsciencia.

El consuelo que nos queda es que, por lo visto, es el último recurso al que acude el cerebro pues antes intenta otros caminos, como el minimizar el riego sanguíneo por la piel, lo que evita algo de pérdida de calor corporal aunque a costa de dejarnos pálidos y algo tiesos.

Por otra parte también tiritamos de fiebre, precisamente debido a que nuestro cuerpo padece con ella una temperatura que no es la que tiene normalmente.

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