La piedra Rosetta
No hay periodo histórico que pueda causar mas atracción que el que contiene la Historia de Egipto. Durante siglos, los europeos nos hemos visto arrastrados por las leyendas y los misterios de su cultura y, año tras año, las exploraciones arqueológicas en busca de nuevos elementos y restos que nos hicieran conocer un poco más sobre ellos eran celebrados con verdadera expectación. Y a ese misterio, sin duda alguna, ha contribuido la presencia de innumerables jeroglíficos en las paredes de los templos, y en los textos antiguos.
El descubrimiento de la Piedra Rosetta permitió descifrar aquellos jeroglíficos que eran considerados hasta entonces científicamente indisolubles.
Era julio de 1799 y las tropas napoleónicas habían ocupado Egipto. En una pequeña aldea llamada Rosetta y localizada cerca de Rashid, el oficial francés Bouchard Pierre, del cuerpo de Ingenieros, encontró una roca de basalto negro dividida en tres secciones horizontales en cada una de las cuales está interpretado un texto en tres escrituras distintas, jeroglífica, demótica y griega.
Esta simbología entre las tres secciones sirvió para establecer los paralelismos que permitieron finalmente traducir y descifrar la misteriosa jeroglafía egipcia.
Escritura jeroglífica
Escritura demótica
Escritura griega
Fue Jean Francois Champollion el que tradujo los distintos signos en diez años basándose en la Piedra Rosetta, la cual, tras ser traducida resultó describir el decreto de Menfis del año 196 a.C. ordenado por el Rey Ptolomeo V Epífanes.
La Piedra Rosetta está expuesta desde el año 1802 en el Museo Británico de Londres.
Si queréis más información, aquí tenéis un artículo en el que se describe cómo se pueden descifrar los jeroglíficos egipcios.