Estradiol, la hormona del atractivo sexual

Marilyn Monroe

La imagen de Marilyn Monroe ha sido y es, desde hace muchos años, un punto de referencia universal en cuanto a la belleza femenina. Pero ahora, según publica la Real Sociedad de Biología en la revista Notas, un grupo de científicos ha hecho algunos investigaciones que echan luz sobre la belleza, las hormonas y la (in)fidelidad de algunas mujeres.

Científicos de la Universidad de Texas han encontrado que una hormona llamada estradiol está directamente relacionada con la belleza de un tipo de mujeres y la tendencia a sentirse insatisfechas y a cambiar de pareja (o ser infieles) que muestran estas mujeres. Así, los altos niveles de esta hormona están asociado con un tipo de cuerpo de senos grandes, facciones simétricas y caderas proporcionadas, lo que casi siempre resulta atractivo.

En el estudio hecho por investigadores de la Universidad de Texas se midieron los niveles de esta hormona en 52 mujeres, y los resultados demostraron que las mujeres que eran vistas como más bonitas por los hombres, eran las que tenían los niveles de estradiol más altos, y, a su vez, las que se declaraban como más insatisfechas con respecto a sus parejas.

Claro que, hay muchas formas de ver esta información: también se podría decir que las mujeres más hermosas tienen más posibilidades para elegir y/o oportunidades de conseguir compañero, y por esos son más “cambiantes en el amor”. Pero también es cierto que hay un hecho bastante fácil de “comprobar” acerca de la diferencia en el deseo sexual entre distintas mujeres, y también que existen mujeres “más mujeres” que otras y que resultan casi insaciables…

Volviendo a lo que decíamos en el principio, debido a lo que se sabe de la vida de Marilyn Monroe, su conducta y según su tipo de cuerpo, los investigadores de este estudio aseguraron que la actriz es un claro ejemplo de lo que es una mujer con altos niveles de estradoil.

Por otra parte, creo que resulta un poco incómodo, tanto para hombres como para mujeres, aceptar este tipo de ideas, ya que nos cuesta reconocer que nuestra conducta amorosa pueda estar guiada en gran medida por parámetros puramente biológicos y/o fisiológicos. (“Dadme un hombre que no sea esclavo de sus pasiones y yo le colocaré en el centro de mi corazón!» decía Hamlet…)

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