Cómo nace una isla
Si te has preguntado alguna vez cómo ha nacido alguna de las islas que conoce, este es un buen momento para informarse de cómo ocurre este maravilloso fenómeno. Si observamos una isla, como por ejemplo, alguna de las Islas Canarias, o alguna de las del Caribe, podrá verla ahora en todo su esplendor; pero no siempre fue así.
Todo comenzó hace muchos, muchos años en algún lugar de las profundidades del inmenso océano, se abrió una pequeña grieta en la dura superficie del océano. De esta brotó un torrente de roca derretida e hirviente, lanzada desde el centro de la Tierra, que es líquido; la grieta se abrió un poco más. La roca derretida – llamada lava -, al tocar el agua del suelo del mar, se enfrió y volvió a su forma de roca sólida. Pero la grieta permaneció igual, y por ahí siguió saliendo más lava, lanzada por la gran presión existente e el centro ardiente de la Tierra.
El montículo de roca recién formada se había convertido en una montaña volcánica subterránea, rugiente y chisporroteante. El volcán crecía y crecía con cada nueva explosión de lava. El tiempo pasó y el volcán seguía creciendo, pero a pesar de su gran altura, continuaba escondido bajo el mar.
Dentro del volcán, el calor y la presión aumentaban, hasta que un día, el agua que cubría el ardiente cono del volcán comenzó a silbar y a hervir. Del agua hirviendo surgieron grandes nubes de vapor que se arremolinaron en el aire. De pronto, el volcán submarino lanzó un potente chorro de lava hirviendo y espeso humo negro. Una vez más, la lava cayó a los lados del volcán, pero el volcán ya había logrado rebasar el nivel del agua, así que, al apilarse más y más lava, el volcán continuaba emergiendo aún más por encima de la superficie del mar. Había nacido una isla.
El explosivo nacimiento de una isla volcánica es uno de los espectáculos más impresionantes de la naturaleza. Pero en la tierra, que experimenta cambios constantemente, siempre, en algún lugar, representan formaciones menos espectaculares de formaciones de islas de todos tipos.
Hoy en día, en la Tierra existen cientos de miles de islas. Y sin embargo, ninguna es igual a otra. Algunas, como las islas volcánicas recién nacidas, no son más que fragmentos de tierra. Otras, como la isla de Groenlandia, cerca del Polo Norte, ocupa áreas enormes.
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