Frases célebres del Nuevo Testamento
Aprovechando la semana sino más santa sí cuando menos con mayor número de procesiones por metro cuadrado, os traemos un tema bíblico. Neotestamentario, para ser más precisos. Y bastante pedante, por cierto: citas célebres sacadas de los evangelios, que han conocido un fabuloso éxito en prácticamente todos los idiomas del Sistema Solar, y que nosotros ahora las pondremos en su contexto original: la boca del Resucitado.
No sólo de pan vive el hombre. Empezamos con uno de los grandes clásicos. Así habló Cristo, por ejemplo en Mateo 4 o en Lucas mismo capítulo, ¿con quién platicaba el bueno del Nazareno? Más que platicar se resistía a las tentaciones del Maligno (en fin).
Ya sabéis que al poco de comenzar su vida pública Jesús se marcha al desierto, donde es tentado por Satanás. Tres veces. La primera es interpelado de la siguiente manera: Si eres el Hijo de Dios haz que estas piedras se conviertan en panes. Y muy digno respondió el muchacho: Escrito está: no sólo de pan vive el hombre. Totalmente de acuerdo.
Nadie es profeta en su tierra. En efecto, este rapaz era un clarividente. A decir verdad, sabía lo que se decía. Mateo 13 narra cómo en su ciudad natal, Nazaret, dio Jesús su primer sermón…y fue rechazado. De aquí el sentido, acaso un tanto resignado, de la frase.
El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Expresión que es ya, como las anteriores, parte del refranero mundial, vox populi planetaria casi diríamos. ¿A santo de qué la dice Cristo? Es una de las escenas más maravillosas de los Evangelios. Así se cuenta en Juan 8: los escribas y fariseos llevan ante Jesús a una mujer acusada de adulterio. Según la ley de Moisés, el castigo sería la lapidación.
Pero el Nazareno, en el suelo, escribiendo sobre la arena y concentrado como un niño (magnífica y luminosa imagen), parece no atender. Los acusadores porfían (los acusadores y juzgadores de uno u otro signo siempre porfían). Entonces Jesús se levanta y lo dice: El que de vosotros se halle libre de pecado, que tire la primera piedra. En un suspiro del gentío acusador no queda sino la sombra evanescente de su hipocresía.
Ecce homo. Frase de resonancias planetarias, utilizadas luego en mil contextos diferentes. Pero esta frase es la única que no sale de los labios de Jesús, sino de Pilato, quien tras interrogar a Jesús y no ver ningún delito en él, acaba cediendo a las presiones de la exaltada muchedumbre cuyo fanático odio contra quien no parecía sino un pobre loco resultaba sorprendente.
Tras hacerlo azotar (y después de que los soldados le colasen la corona de espinas y el manto púrpura), creyendo que sería suficiente Pilato lo presenta de nuevo al pueblo diciendo: he aquí el hombre, o sea Ecce Homo. Pero los ni los sacerdotes ni la plebe estaba saciada: había que crucificarlo. Como es sabido, entonces el gobernador romano se lavó las manos. Literalmente.