El flautista que nunca tocó la flauta
Se cuenta que en el año 1248 llegó a la ciudad alemana de Hamelin un extraño personaje, llamado Bunting. Su oficio era el de flautista, y se ofreció a los habitantes del lugar para acabar con una plaga de ratas que estaba perjudicando seriamente al pueblo y sus cosechas. Pero no lo haría gratis, sino a cambio de 1000 florines. El alcalde aceptó el trato.
Y dio comienzo el milagro. Bunting recorrió las calles de Hamelin tocando la flauta. Al ritmo de una melodía hipnótica, las ratas iban saliendo de todos los rincones y seguían los pasos del músico. Una multitudinaria comitiva de roedores, encabezada por Bunting, llegó a la orilla del río Weser. Allí perecieron ahogadas todas las ratas. Pero la gente del pueblo no quiso cumplir con su parte del contrato, y el flautista no cobró por sus servicios.
En venganza, Bunting volvió al lugar el día de San Juan, y con la ayuda de la música que salía de su flauta, se llevó a todos los niños del pueblo, al igual que hizo con las ratas. Sólo que a éstos los dejó encerrados en una cueva del monte Koppenberg, de donde nunca salieron.
Durante mucho tiempo se tomó esta historia como verídica. Pero no es así. El origen del relato podría estar relacionado con un hecho que sí sucedió realmente. Me refiero a la Cruzada de los Niños, ocurrida en el año 1212, y liderada por un joven llamado Nicolás. Este soñaba con recuperar Jerusalén para la cristiandad y contagió sus ideas nada más y nada menos que a unos 50.000 seguidores, la mayoría niños. Durante el largo viaje desde Alemania a Tierra Santa, muchos de ellos perecieron, otros fueron tomados como esclavos y ninguno de ellos regresó a su hogar. Nunca se supo nada más de ellos.
La leyenda del flautista de Hamelin aparece en muchas culturas del mundo, y a través de todas las épocas, como China y Persia. Aunque su verdadera inspiración se cree que podría estar en la Antigua Grecia, en los famosos e irresistibles cantos de las sirenas, aquellos de los que Homero nos habló en su Odisea.