Las operaciones de Joseph Haydn
En un principio se creyó que era puras habladurías, pero la historia se encargó de demostrar que era cierto. El compositor austríaco Joseph Haydn no podía sentarse a componer sin su peluca puesta, no le salía nada. En sus últimos años incluso se maquillaba cuidadosamente, se empolvaba el rostro frente al espejo, pasaba buen tiempo acomodándose para alcanzar nuevas ideas. A veces lo lograba, otras veces no.
El motivo de su cuidado era preferentemente sexual, Haydn enloquecía fácilmente con las mujeres; por tal motivo no quería que nadie lo viera sin si peluca ni con la piel reseca. Ese ritual fue transportándolo a su vida más íntima, hasta que quedó ligado a su actividad profesional.
Uno de los grandes problemas que arrastraba el artista era un pólipo en la nariz, le generaba problemas estéticos, eso es fácil de imaginar, pero mucho peores eran los dolores que tenía que soportar. Tres veces se lo operó sin suerte, y operarse en aquel entonces, a fines de siglo XVIII, no era algo -relativamente- cómodo como es en la actualidad, las anestesias no eran del todo efectivas y el instrumental tampoco.
La primera intervención a la que se sometió fue realizada por el cirujano jefe de la armada austriaca, el doctor Brambila.
Pero la más conocida tuvo lugar en Inglaterra. Hacia 1970, luego de la muerte del príncipe Nikolaus, Haydn perdió interés en continuar en el palacio Esterháza. Cuando cumplió 58 años decidió emigrar a Londres. Mozart, uno de sus grandes amigos, trató de disuadirlo bajo el argumento de que no hablaba inglés y que eso le iba a complicar la vida. Haydn no atendió el consejo y partió.
Una vez en Londres se esforzó por aprender, pero le fue imposible, dicen sus biógrafos que su desgaste mental era notable. Aun así, logró gran éxito con sus conciertos: recibió el grado de Doctor en Música de la Universidad de Oxford en 1792. Entre tanto laurel, el compositor continuaba sin solución para su pólipo.
Una tarde conoció a la esposa del cirujano John Hunter. Invitación mediante, se reunieron, hicieron amistad y quedaron que a la semana siguiente iba a tener lugar la ansiada operación. Haydn llegó temprano y se sentó a esperar al doctor quien se hizo presente acompañado por un equipo de ayudantes, bien corpulentos.
El artista se sentó en la silla de operaciones -un mueble común en los quirófanos de aquel entonces- y de inmediato cuatro ayudantes lo sostuvieron de los brazos y las piernas. Aún así, fue imposible operarlo, eran tan desgarradores los gritos de dolor que lanzaba, y tan violentos los pataleos, que tuvieron que dejarlo ir, con su pólipo intacto en la nariz.