La primera máquina registradora
Más clásicas o más modernas, en todos los comercios podemos encontrar cajas o máquinas registradoras. Evidentemente no siempre estuvieron en las tiendas sino que tuvo que haber alguien, un pionero en emplear tan útil aparetejo. En este caso, el inventor de la máquina registradora fue James Ritty (1836-1918), propietario de un bar conocido como Pony House, en Ohio.
El Pony House tenía sus clientes habituales, gozaba de buena fama y casi siempre estaba lleno de personas dispuestas a consumir. Sin embargo, el establecimiento no le reportaba a Ritty los beneficios que él esperaba. Con la mosca detrás de la oreja, el propietario comenzó a poner en tela de juicio la honestidad de sus empleados.
Por aquel entonces lo habitual era que el dinero recaudado se guardase en una simple caja y se anotase la cifra en un libro de cuentas. Esto ofrecía una relativa libertad a los empleados menos honestos para servirse ellos mismos parte del dinero que generaba el negocio.
Abrumado por tal problema, Ritty emprendió un viaje a Europa con la sana intención de relajarse. Durante el trayecto entró por casualidad a la sala de máquinas del buque que lo transportaba, donde quedó fascinado con un artilugio que contaba las vueltas realizadas por la hélice del barco. ¡Eureka! A Ritty le vino una gran idea a la cabeza: necesitaba una máquina en el Pony House que realizase el cómputo automático del importe de las recaudaciones.
De vuelta a los EEUU, Ritty se puso manos a la obra y diseñó algo semejante a un cuadrante con teclado. El empleado o vendedor tenía que presionar las teclas equivalentes a los importes y las manecillas de una suerte de reloj señalaban el total de los ingresos. Complementó su invento con una campana que sonaba cada vez que se realizaba un movimiento. Esta primitiva (aunque sofisticada para su época) máquina de Ritty disponía de varios cuadrantes (tanto para dólares como para céntimos) y, de este modo, registraba los ingresos del día.
Ritty patentó el invento en marzo de 1879. Posteriormente había de presentar otros «modelos» donde sustituía los cuadrantes por tablillas que señalaban los importes. A pesar de ser una idea genial, no reportó muchos ingresos a Ritty, quien se vio obligado a vender la patente por unos escasos mil dólares.
Pero las registradoras antiguas eran hermosas.
Gracias :)
Todo lo antiguo es hermoso amiga.