Las piscinas naturales de Pamukkale
En la región asiática de Turquía, dentro del valle del río Menderes (provincia de Denizli), se pueden contemplar unas extrañas terrazas descendentes de formación calcárea: se trata de las piscinas naturales de Pamukkale (palabra que se traduce como «castillo de algodón).
Estas maravillas naturales se han ido formando lentamente a lo largo de varios millones de años por las acumulaciones de carbonato cálcico presente en las aguas, que poco a poco se ha ido asentando y solidificando, para dar lugar a uno de los espectáculos naturales más hermosos de Turquía.
El paisaje de estas aguas termales, declaradas como Patrimonio de la Humanidad, está marcado por la presencia de la antigua ciudad de Hierápolis en la parte alta de la montaña, y desde la cual se pueden obtener unas magníficas vistas del lugar. Las piscinas naturales de Pamukkale se reparten a lo largo de una extensión de 2.700 metros y alcanzando una cota de altura de aproximadamente 160 metros.
Se estima que la formación de estas piscinas naturales se originó en el Plioceno, debido a los movimientos tectónicos en la zona de la cuenca del río, cuyas consecuencias (aparte de los terremotos) fueron la liberación de estas fuentes termales. Las aguas, en las que abundan el bicarbonato y el calcio, han ido dando forma a lo largo del tiempo a estas blancas terrazas de piedra caliza que se extienden sobre la ladera de la montaña. Por supuesto, el proceso continúa hoy en día, aunque algunas de las fuentes han dejado de manar por consecuencia de los terremotos para dar lugar a otras nuevas.
No sólo representan una oportunidad de estudio y asombro para los geólogos, sino que se han convertido en uno de los principales atractivos turísticos de Turquía, y su belleza ha encandilado a las gentes desde tiempos inmemoriales, como es el caso de Vitruvio, un arquitecto de la antigua Roma.