Colgar el Sambenito, un dicho muy antiguo

Sambenitos

Durante los terribles tiempos de la Inquisición medieval se creó una curiosa forma de hacer escarnio público en la figura de aquellos considerados herejes o condenados a penas menores por los tribunales inquisitoriales, colgar el Sambenito.

Existen dos teorías diferentes sobre el origen de la palabra «Sambenito«, una hace referencia a que en principio era conocido como «saco bendito», siendo deformada la expresión a lo largo del tiempo; la segunda hipótesis dice que se le llamó así por su parecido con el hábito de los monjes benedictinos, cuya orden fue fundada por San Benito.

El Sambenito era una suerte de túnica abierta por los lados o poncho (normalmente tejida en lana) y que se ponía por la cabeza, muy similar a los carteles que exhiben los actuales hombres-anuncio, y que se adornaba con cruces rojas en forma de aspa cosidas en ella. Los Sambenitos tenían diferentes diseños en función del pecado cometido, siendo negros con simbología del infierno para aquellos condenados a morir o amarillo con cruces rojas para los arrepentidos. En el caso de aquellos que debía recibir su castigo mediante latigazos se les ponía una cuerda al cuello con tantos nudos como latigazos debiese recibir.

Por supuesto, el Sambenito se llevaba hasta que la condena fuese ejecutada, siendo posteriormente colgado en la iglesia parroquial una vez que el reo era ajusticiado, como recordatorio del pecado cometido y aviso a futuros pecadores. Tan larga era la sombra de la condena que un pecado podía manchar la reputación de una familia durante varias generaciones. Los Sambenitos que se estropeaban tras años colgados en las iglesias eran repuestos por otros nuevos, en los que se escribía de nuevo el nombre del pecador, perpetuando así su culpa.

 

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