Gerónimo y el espíritu de los indios Apaches

¿Quién fue Gerónimo?
En el caso de Gerónimo, jefe de los apaches, leyenda y realidad se funden para distorsionar la visión, mitos y exageraciones nos pueden dar versiones opuestas de una misma persona. Así, a veces se nos presenta como un salvaje sanguinario (sobre todo en películas del oeste de dudosas intenciones) o también se le idealiza como una especie de profeta de los indios.
Como suele suceder, la realidad supera a la ficción. Gerónimo fue (lejos de partidismos) uno de los más fervientes luchadores por la libertad de su pueblo, muy leal a su familia y amigos, además de poseer una viva curiosidad y ser bastante obstinado y muy práctico. Se le ha toldado de despiadado con el enemigo, pero los colonos y conquistadores tampoco hacían mucho por la concordia. También tenía un profundo sentido religioso y nunca faltaba a su palabra, hecho que marcaría su destino.
Nació el 16 de Junio del año 1823 en Arizona, cerca de la frontera con México, y su nombre original fue Go-Hhla-Ye. Con apena 13 años de edad, tuvo su primer contacto con aquellos hombres de piel blanca, aquellos rostros pálidos.
Un miembro de su tribu llamado Dasodahae, trató de entablar comunicación con los buscadores de oro que llegaban constantemente a Palo Alto y recibió insultos, amenazas, azotes y después una paliza que le dejaría al borde de la muerte. Una vez recuperado, Dasodahae quiere vengarse y termina con la vida de diez mineros en una emboscada, proclamando así la guerra abierta contra los invasores blancos.
En 1863, ante el empeoramiento de la situación, los jefes Cochise (Shi-Ka-She) y Gerónimo se alían para combatir al coronel James Carleton. Tras una primera victoria por parte de los Apaches, Dasodahae acepta reunirse con el coronel enemigo, error que le costaría la vida ya que (violando las normas de Bandera Blanca) fue apresado, torturado y asesinado.
Durante la siguiente década, sería Cochise el encargado de liderar la lucha, pero sus tropas sufren un gran revés cuando, en 1871, fueron asesinados un centenar de mujeres y niños apaches en Camp Grant. Los americanos habían aprovechado que todos los hombres habían salido ese día de caza a las montañas.
En 1873, Cochise firma con el General Cook el cese de las hostilidades, y los apaches son recluidos en «reservas», Gerónimo se marcha con su tribu a las Montañas de Candelaria, en México, donde convive con la tribu de los Mescaleros. Al morir su jefe, Gerónimo asume el mando de ambas tribus y durante años, resiste las incursiones del ejército norteamericano. Pero un chiricahua llamado Panayotishn guió al General Cook hasta el refugio de los apaches. Gerónimo, sorprendido y decepcionado por la traición del chiricahua, se rinde y es confinado en la reserva de San Carlos, donde pasa los siguientes 2 años.
Pero las humillantes condiciones de vida, reservadas para los indios, no tardaron en despertar su orgullo como pueblo libre. Casi un centenar de indios, al mando de los jefes Nachez, (hijo de Cochise), Chihuahua (hijo de Dasodahae) y Gerónimo, escapan hacia las montañas de Nuevo México.
Tras una época de resistencia y superados de nuevo en número, Gerónimo y Nachez deciden capitular por segunda vez, mientras que Chihuahua queda al frente de un grupo de guerreros que no aceptan la rendición como una alternativa.
Pero sucedió algo inesperado, antes de que pudiera efectuarse dicha rendición, tropas mexicanas rodearon a los guías indios que servían al ejército, entre los que se encontraba también el capitán Crawford y parte de sus soldados. Y no tardó en producirse una horrenda masacre de la que no escapó nadie. Gerónimo y Nachez pudieron huir de nuevo, pero en 1886 fueron apresados y catalogados como «malhechores», siendo condenados a trabajos forzados.
En apenas 20 años, el pueblo de Gerónimo pasó de 20.000 a apenas unos cientos. Viendo como su gente perdía la esperanza, tuvo que pasar los últimos años de su vida convertido en una especie de atracción de feria (hasta le hicieron desfilar en la toma de poder de Theodore Roosevelt) y a los 77, poco antes de fallecer (cuando le obligan a renunciar públicamente a sus dioses en pos del cristianismo.
Nunca puso a su pueblo frente a batallas que no podía ganar, actuó en beneficio de su gente dentro de las pocas posibilidades que le dejaron. Es triste ver como la historia trata a algunas personas, básicamente porque la escriben los vencedores, y de alguna manera han de justificar sus actos. La idea de los indios que nos muestran el cine y las novelas del oeste, no puede estar más alejada de la realidad y hace un flaco favor a una cultura que sólo pretendía seguir su camino, a través de las tierras que heredaron de sus antepasados.