Frenología, antigua e insólita teoría

Estudio cerebro

La ciencia también arrastra oscuros capítulos. La superstición y el mal manejo de datos han llevado a los investigadores a tomar pésimas decisiones y a defender teorías imposibles, como es el caso de la Frenología, aquella antigua creencia que sostenía que el carácter y los rasgos de la personalidad de los seres humanos estaban determinados por el tamaño y la forma del cráneo.

Dicho así no parece tan grave, pero ha habido intentos de arrestar gente inocente por tener un supuesto perfil de asesino en su cabeza y en sus facciones. Esta pseudociencia fue desarrollada a principios del siglo XIX por el anatomista alemán Franz Joseph Gall y logró fama por la precisión de sus postulados. Al parecer, cada zona del cráneo respondía a un estímulo o a una actividad social. Estaba todo tan perfectamente sectorizado que llamaba la atención.

Gall aseguraba que el cerebro es el órgano de la mente. En consecuencia, el dominio y el conocimiento profundo de la actividad cerebral permitiría pronosticar comportamientos con rigor matemático. Cada área expresaba propensiones individuales de la persona y de sus facultades mentales. Las diferencias se reflejaban en la forma del hueso mismo.

Entre sus principios se destacaba que las características morales e intelectuales del hombre son innatas, que el cerebro está compuesto de tantos órganos como tantos pensamientos, sentimientos y facultades existen y que cerebro repite la forma del cerebelo, el cual es el medio para descubrir las cualidades vitales e incluso económicas y culturales.

La frenología fue practicada en la antropología y en la etnografía, por ejemplo para justificar científicamente el racismo. A esta altura ya está completamente desechada, pero en su origen se la ubicó como un compendio de saberes necesarios para el desarrollo de la humanidad.

Muchos artistas contemporáneos a esta alocada escuela siguieron de cerca su desarrollo. Uno de ellos fue el célebre pintor español Francisco de Goya, quien -se dice- donó su cráneo en vida para que le realicen estudios exhaustivos. El mito de la donación resultó ser cierto. Cuando inhumaron sus restos, estaban todos los huesos menos el cráneo. Nunca nadie supo quien se lo quedó. Todavía es un misterio que ocupa largas páginas en su textos biográficos.

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